martes, 1 de julio de 2008

Los habitantes del dúplex

Compraron el terreno que tanto habían estudiado. La ubicación era medianamente buena considerando que allí viviría una joven pareja recién casada o, a lo sumo, una pareja con un bebé. No era muy grande ni muy pequeño, pero muy grande para la pareja y el posible bebé. Entonces decidieron construir un dúplex y así sacarle el doble de jugo al terreno, que en vez de una, podría albergar dos parejas y el posible bebé de cada una.

Hoy en día, la construcción de la izquierda alberga a Diego, Santiago, Manuel y Cecilia. Ya están viejos los cuatro, y bastante cascarrabias también. Tienen los mismos defectos que tenían en la juventud pero aumentados, mínimo, quince veces, y una sordera que, por suerte, permite que no se escuchen lo suficiente como para querer deshacerse el uno del otro en un ataque de ira.
La construcción de la derecha es mi hogar. Yo soy la nieta de los dueños originarios, de los que compraron el terreno e hicieron el dúplex.
Todos los días escucho los gritos de los viejos de al lado. Siempre me pregunto cómo habrán sido en su juventud y me imagino posibles historias de cómo se conocieron, qué cosas le gustaba a cada uno, cuáles eran sus objetivos en la vida y si los habrán alcanzado.
Muchas veces también me imagino sus posibles profesiones: ¿Diego habrá sido astronauta, ventrílocuo o comunicador social? A Santiago siempre le vi cara de actor, aunque a Manuel también. Es muy probable que hayan sido compañeros de teatro, y que dando vueltas alrededor del mundo conocieran a Cecilia en una feria americana. Ella a su vez habría sido amiga de Diego en la escuela primaria, cuando ambos vivían en un convento jesuita en Venezuela. Pero éstas son puras especulaciones. Los únicos que saben la verdad son los habitantes de la otra mitad del dúplex.

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