jueves, 31 de julio de 2008

El Viajar

Un poco despeinado por el viento, apoya la cabeza contra la ventana abierta. El aire pasa dulcemente por su frente.
Casi tan rápido lo sacude el torrente, que no escucha el sonido del tren, naciente debajo suyo, como el crepitar del fuego.
El pasillo no está desierto, gente pasa y vuelve a pasar, pisando la alfombra roja del hermoso y pulcro tren.
De repente, el joven siente un leve malestar, en el interior de su ser, como si algo estuviese de más, un peso que no es suyo, que no debería cargar, una culpa ajena, pesada, que lo hunde.
Mira hacia afuera, buscando un escape, ve una pequeña granja al costado del camino, casi en el borde de las vías del tren, un hombre, con jardineros.

El malestar cesa, vuelve a respirar normalmente.

El joven se relaja, la anciana en frente suyo lo mira impaciente:
"Tarde o temprano te vas a tener que tirar ese pedo, nene," piensa para sus adentros.



martes, 29 de julio de 2008

Deshojando el tiempo


Hoy aquel ya no es más el que corría en las grandes ligas, meta trabajo, lleno de vida. Hoy tan sólo medio metro separa su mirada del suelo, pequeño libro abierto. Ayer su prioridad fue nunca dejar de amar, más hoy reza rogando poder recordar.

Su mano curtida por los malditos inviernos tirita al querer inmortalizar esas palabras que un día creyó oír, esos besos que un día sintió recibir. Y la gente que cuida y limpia el lugar en el que hoy él está lo intentan ayudar, toman su mano y su birome, y garabatean con prolijidad aquello que su memoria le dicta. Pero él no se los permite. En cambio, pide otro papel, otra birome. Cree en la pura espontaneidad, en las máquinas de escribir, en las primeras cámaras fotográficas, en los vientos del verano, en las grandes olas del mar.

Así poco a poco se construye su historia. Y una vez que comienza a escribir es imposible de detenerlo, abatido por la cantidad de detalles que inventa por el entusiasmo y su inocencia. Las últimas palabras difíciles de leer siempre, marca imborrable de la emoción de la edad. De la emoción de su historial, del mirar para atrás.

Su mirada se pierde constantemente, travieso que sueña con lo que tuvo y no puede volver a tener. Un trozo de su pequeña mente cae cada atardecer, invisible entre la noche y su poder. Caen recuerdos, caen hojas, cae el tiempo. El próximo maldito invierno se lo llevará, crueldad para quien ya no debe vivir más.

lunes, 28 de julio de 2008

Azúcar Amargo


Yacían, embebidos en la luz del mediodía y definitivamente solos, en privacidad, observados por la injusta narración únicamente. Sábanas y finos lienzos etéreos decoraban sus cuerpos, lecho, y el marco de la abertura que daba al balcón, asediado por el fuerte sol, que llegaba a ellos filtrado y endulzado por largas cortinas de lino.

Se dijeron estas palabras, en idiomas extraños a nuestro oído, apareciendo como inconclusos, pero que he logrado traducir:
-Es para vos- le dijo.
-¿Qué es?
-La pregunta que me querés hacer no es esa- respondió.
-¿Qué es lo que abre?- reformuló con indecisión.

Con un gesto ligero y la mirada oscura clavada en sus ojos, respondió. Se entreabrió la camisa liviana que llevaba apenas unida a su cuerpo, dejando ver el pecho.
Muy cerca del esternón, visible casi escapando la piel, un orificio.

-¿Debería?- le preguntó.

Respondióle con una sonrisa.

Acercó el artefacto al orificio, con mano temblorosa. Crujió muy poco, giró, y se abrió.
Un pequeño rectángulo de carne y hueso se desprendió, girando sobre el esternón, que hacía las veces de bisagra.

Ella sin dudarlo enterró la mano en su pecho, extirpó el corazón y lo sostuvo con la mirada ida.
Estaba reseco, gris, como una pasa de uva rosada.
Él la miraba complacido.
Ella levantó un recipiente de arcilla clara, y sumergió el viviente en agua clara. Éste se hinchó y se fortaleció, empezando a latir.
Lo dejó en su receptáculo humano, que rebosaba de alegría al lado suyo.
El hueso y la carne volvieron a su lugar, él se durmió al instante, destruído por la fatiga.

Ella fue rápidamente al baño, inclinando la cabeza en el inodoro, sacándose de encima tanta responsabilidad.

miércoles, 23 de julio de 2008

Un Tal Carlos

Caminaba en cámara lenta, como un ser de otros tiempos, por la vereda de su barrio. La gente enfurecida con sigo misma, entregada a las más altas velocidades de vida, giraba y se convulsionaba alrededor suyo, chocando con sus hombros tan frágiles ya del viento y el frío, dejando a Carlos un poco confundido.
Él no estaba apurado por llegar a ningún lado, no tenía apuro, no tenía nada. Carlos era solo Carlos, desde hace un buen rato, cuando dejó de verse con sus amigos, con su familia, con su vida.
Se alimentaba de sueños y fantasías diurnas, y a veces de noche se le escapaba una lágrima tímida. Siempre tímido, así era Carlos, una vida tibia, casi sin arriesgarse a ser vida. Quienes lo habían conocido lo miraban con ojos muertos cuando se lo cruzaban en la calle. Carlos los reconocía, pero no ellos a él.
No mucho tiempo había pasado desde que se había distanciado, pero Carlos había muerto. Había muerto tanto para ellos como en su mente. Para Carlos, ya no había Carlos, solo su carcasa vacía, llena de recuerdos infantiles de sus más recientes aventuras. Él no era amnésico, pero había perdido el marco de referencia. Había perdido eso que le da significado a las cosas que tocamos, vemos y decimos. Para él todo era nuevo, viejo, interesante, aburrido, bueno y malo a la vez.
Un ser desplazado de cualquier realidad, al margen de la página donde vive la gran mayoría.
Se lo que están pensando, pero Carlos no estaba loco.

martes, 22 de julio de 2008

Poco Existenciales


¿Por qué la gente aplaude cuando termina una película?

¿Por qué siempre suena un celular que rompe el clímax?

¿Por qué si le digo buen día y por favor al colectivero tampoco sonríe?

¿Por qué en los días de lluvia la gente no levanta la mirada?

¿Por qué los ravioles siempre se enfrían antes que termines el plato?

¿Por qué cuando estamos depresivos escuchamos canciones tristes para sentirnos peor?

¿Por qué hay gente que disfruta enterrar tapitas de cerveza a la brea de las calles?

¿Por qué me pregunto tantas cosas?

sábado, 19 de julio de 2008

De ideas terminales


Tu...tu....tu...tu...

Hombre: ¿Hola?

Mujer: Hola, si...¿usted es el señor que escribe poemas en el zonal, puede ser?

Hombre: El mismo. ¿Con quién tengo el gusto de estar hablando?

Mujer: Jacinta es mi nombre, ¿qué tal?. Quisiera hacerle un pedido.

Poeta: Sí, diga.

Jacinta: Hace bastante lo ando digiriendo. Sería algo asi como una carta de despedida, pero con ese tono gris que usted incluye en sus palabras. Algo así como una comedia dramática, en primer persona y con un chau y hasta la próxima algo escondido.

Poeta: Eh...bueno sí, cómo no. Quiero decir, es algo bastante extraño pero podría llegar a quedar algo muy bueno. ¿Puedo tomarme el atrevimiento de preguntarle el porqué de este poema?

Jacinta: Sí, total...Mire, anoche murió mi vecino. Amigo de la infancia, es el último que me quedaba. No sé qué pasa, si es el invierno o qué, pero resulta que en dos meses me he quedado completamente sola. Se siente como esa la fila de dominó, en el cual uno de pronto cae y caen todos los demás, ¿viste? Bueno, cuestión que a mi no me gustaría morir de una de esas pestes, esos virus pavos que le agarran a todo el mundo. Además, ¿te digo algo? Con estos 89 años hoy caminaba por la calle, tomando aire, todavía pensando en Benjamín, mi vecino, cuando de pronto veo un perro totalmente arrollado en medio de la calle. Son esas imágenes que aunque uno no quiera ver, las observa igual y cada vez con más detenimiento, ¿me seguís?

Poeta: Sisi, siga nomás.

Jacinta: Bueno, y entonces ahí me dije que tenía que hacer algo con mi vida. Si sé que mucho no me queda, mejor hacerlo rápido. ¿Por qué no? Una manera sutil de cerrar la puerta, ¿no te parece? Si hay que morir, que sea con estilo.

Poeta: (risas) Qué personaje eh. Pero cómo no, si tiene usted razón. ¿Para cuándo lo querría?

Jacinta: Para mañana domingo, al atardecer si puede ser. Usted sabe cuándo...y déjelo por abajo de la puerta, el dinero ya se lo haré llegar pronto.

Poeta: No se preocupe, que va a ser un placer para mí.

Jacinta: Muy bien entonces, no se habla más. Ah, y por favor, no alerte a nadie.

Poeta: No, claro. ¿Sino dónde queda el estilo?

Jacinta: Exacto. Sabía que iba a poder contar con usted. Muchas gracias.

Poeta: Gracias a usted. Hasta luego.

viernes, 18 de julio de 2008

Velas

Daniel tenía algunos pasatiempos algo especiales. No era un tipo normal. Tampoco era un portero normal. Mejor dicho, no era portero. Toda su vida se había dedicado a pequeños trabajos, por aquí o por allá. Pero, en este caso, suponía que iba a durar más tiempo.
Por las noches solía dedicarse, como su madre lo solía llamar cuando era pequeño, a los velines. Esta palabra inventada por Adela, la podríamos resumir en unas cuantas, como hasta en una sola, velas. Sí, Daniel prendía velas. El otro mundo, los muertos, los fantasmas (como suele decir la gente) fueron observados por la familia de Daniel durante siglos. Hace tiempo le había dejado de dar importancia, el habito no lo conservaba, pero si el instinto. Su madre había muerto hace diez años, la vio por última vez hace cinco. Imposible olvidar, para él, los gritos de Adela por el living, arrojando las cacerolas por la cocina y tirando los libros por el escritorio.
Hace cinco años que Daniel no prende una vela.

Lugar común

No salgo de allí.
Tanto, que creo que con esto ahí me quedaré.
¿Me encuentro yo, en una depresión literaria?
No creo, nunca supe escribir.
No vuelvo al mismo lugar.
En definitiva, nunca me fui.
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- Nos vamos.
- ¿Donde?
- Al bar de acá.
- Siempre al mismo lugar.

miércoles, 16 de julio de 2008

Adolescencia


Tincho: Boludo, te dije mil veces que no me dejes los controles de la Play todos enredados, sos un hincha pelotas.

Boludo: Che, no me digás solo a mí Tincho, el pelotudo este también estaba jugando al Winning conmigo.
Tincho: Para vos también va, pelotudo.
Pelotudo: ¡Bueno che!, perdón, de ahora en más prometo que ordeno. ¡No se pongan en forros conmigo!
Forro: ¿Ya llegaron las empanadas? Bueno, ahí bajo, esperá que estoy en la compu terminando una...
Tincho: ¡Paja! Llegaste, ¿tardaron mucho las empanadas?
Paja: No, te parece. ¡Tardaron como cuarenta y cinco minutos los hijos de puta!
Puta: ¿Qué pasa?
Tincho: Nada ma, es Paja nomás.

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Pelotudo: Che este juego de mafia está de puta madre.
Puta: ¿Necesitan algo chicos?
Tincho: ¡No ma!
Pelotudo: Uy, te cagué a tiros, te cagué a tiros, uy mirá esa minita.
Tincho: No boludo, sos un forro, lo estabas por matar y te ponés a mirar la minita del juego. Te mata la paja.
Boludo: ¿Cómo?
Forro: ¿Qué pasa?
Paja: ¿A quién maté?
Pelotudo: Nada, nada, tomátelas tarado.
Tarado: Bueno, me voy a mi casa si total acá nadie me habla.



martes, 15 de julio de 2008

Lo esperamos...

Riiing... (Pase, por favor)
-Usted debe ser el nuevo portero ¿O me equivoco -? Mientras, Daniel asentía con la cabeza-. Tome asiento.
Se sentó, la silla no podía ser más incomoda. No importaba, él sólo quería el trabajo. ¿Qué importaba si tenía que esperar 1, 2 o 3 horas en esa silla? Recordaba tan bien su último trabajo, horrible por cierto, que deseaba empezar a trabajar aquí, en este colegio. Lo llamaron.
Le preguntaron si tenía experiencia, no la tenía. De todos modos, no les interesaba, sólo se enfocaron en sus pasatiempos y sus antiguos oficios.
-Muchas gracias, Sr. Ayala, lo esperamos mañana a las 8 en punto.
-Hasta luego- Dijo estrechando la mano al director.

Salió a la calle, hacía calor. Aunque, ese colegio, si que estaba frío.

Sobre-nombres...

R: Mi amor estoy contentísimo, ¿cómo le vamos a poner?.
*: Ay no sé gordo, estoy un poco cansada.
R: Pero tenemos que pensarlo, una cosa así no se decide de la noche a la mañana.
*: Bueno, bueno, tranquilo, tenemos más de 8 meses para pensar en un nombre, no te pongas nervioso todavía.
R: Pero gordita, si dejamos pasar el tiempo no se nos va a ocurrir nada. ¿Qué tal Flabio? Con b larga.
*: Mm no me gusta mucho, ¿lo hablamos después, dale?
R: ¿Y Fabián? A mí me gustan los nombres en serio, no le vamos a poner Martín como tu papá, eh.
*: Bueno gordo, bueno, Martín no. Pero igual Fabián tampoco me fascina.
R: ¿Florencio? Florencio Fabianni, ¿qué tal?
*: No sé, tengo algo con la f que me molesta. Gonzalo me gusta mucho.
R: Ay gordaaa, Gonzalo es nombre de camionero, de panadero, de almacenero.
*: (Bueh) ¿Y qué proponés?
R: No sé, ¿y si le ponemos Ruben, con acento en la u, como yo? ¡Sería divino!
*: ...nombre de peluquero.
R: ¡Estilista!, estilista María, ¿esta bien? Soy es-ti-lis-ta.
*: Bueno me voy a dormir.
R: Andá.
*: Chau.
R: ...despeinada.

lunes, 14 de julio de 2008

Sabiduría adrede

Sólo se que no sé nada.
Pero si lo sé, entonces sí se algo. ¿No? Sí.
Y si no lo supiera, también entraría en contradicción.
¿Y cómo haré para saber si sé algo o sé absolutamente lo mismo que la nada?
Nunca lo sabré.

jueves, 10 de julio de 2008

Manías urbanas


Hay algo que se está desvirtuando. I feel it.

¿Por qué tengo que soportar con un gesto indiferente la música que me retumba en los oídos mientras leo? Y eso que no es alguna melodía que se me ha quedado grabada en la memoria inconscientemente, ni nada por el estilo. Es el otro pasajero que se sienta a unos dos metros y medio de distancia que con el ritmo incesante del ch-ch-ch no me deja concentrar.

Es cierto que hay lugares donde vamos para escucharlo; el ch-ch-ch, el punchi punchi, el swing y otros más. ¿Pero por qué soportarlo justo ahora y acá, como levantarme cuando el chicle masticado con tanta devoción y sentimiento fue abandonado justo en el lugar donde he decidido sentarme? Y mientras intento nuevamente encontrarle sentido a las palabras que leo, tengo esa sensación pegajosa que me saca de mi mundo y me trae a los sacudones a este mundo, donde al otro le importa solamente el otro, y ningún otro más.

miércoles, 9 de julio de 2008

Cuestión De Cariño


"Normalmente no diríamos una cosa así, pero todos queremos ese paquete, y lo queremos solo para nosotros."


Reposaba como hacía ya tres días sobre la mesa del comedor, no queríamos tocarlo.

Para las comidas habíamos tenido que trasladarnos a la sala de estar, donde almorzábamos, cenábamos, y compartíamos algún bocadillo de media tarde.
Algunos de n
osotros habíamos retomado viejos hábitos, antiguos y olvidados intencionalmente por ser considerados vicios indignos de gente sana y correcta:
Volvíamos a comernos las uñas de pies y manos y hacer pequeñas esferas con el mucus de nuestras narices. Algunos nos habíamos entregado a la bebida. Y otras barbaridades que prefiero no nombrar por consideración al lector
.


El paquete seguía intacto, con una fina capa de polvo que lo cubría, y que no osábamos limpiar.
Cada día respiraba con más intensidad...



lunes, 7 de julio de 2008

Marchitándose


Hora de irse, y tal vez conseguir esas medialunas.
Ya no hacía tanto frío, y la vuelta se hizo muy larga, igual.
Al cabo de unas horas estaba de vuelta en su barrio, pero pensando, en realidad, en otro lado.
Casi que no se da cuenta de que tenía un poco de hambre en realidad.
Desperezándose y olvidándose de viejas sombras, Carlos fue.
Y volvió pronto, con medialunas en mano.
El panadero era viejo amigo suyo.
De las épocas del fútbol.
De horas-caramelos.
Y reflejos,
sombras.


viernes, 4 de julio de 2008

De pozos y grandeza


¡Nene, acordate de esquivar el pozo de la esquina!. Todas las mañanas el mismo grito santo. Sí, mamá, sí. En un mes, diez gomas pinchadas. ¡Diez! Como para que no me grite...de todas formas no entiendo, no. Cuando me golpeo y la piel se me abre, se llena. De sangre o de mugre, pero se llena. El pozo no se vence, y mirá que el viento menea tierra de un lado para otro, eh. Pero no, ahí continúa y, para peor, parece cada vez más profundo. Y se me complica esquivarlo, si abarca casi toda la vereda. Si bajo a la calle, que es peligroso. Si sigo como si fuera invencible, puf. Una goma menos.

Ser chico es complicado. Si mirás dibujitos sos un pendejo, si querés mirar una de miedo, te hacés el canchero. Si llorás sos un quejoso y si contás todo lo lindo que aprendiste en el día, sos insoportable. No entiendo la fórmula, nunca me la dijeron. No es que uno nazca con un manual de instrucciones para caminar sobre esta bendita tierra, no. Uno se las tiene que arreglar como puede.

A veces me pongo de puntitas de pie y me asomo por la terraza de casa para ver todo el barrio desde arriba. Me estiro lo más que puedo, cierro los ojos y me concentro muchísimo pensando que tal vez, cuando los abra, ya estaré algo más adulto y podré disfrutar todo eso que me rodea. Pero no. De todas formas, ¿por qué pienso en eso? Si parecen más perdidos que nosotros, si nos dicen continuamente cuánto les gustaría volver a esta edad. No tienen idea. Que prueben ellos andar en bici, y esquivar el pozo de la esquina sin bajar a la calle a ver si pueden.

Historias De Hoy Y Siempre

Se miraron. Se dijeron cosas lindas, despacito, susurrando.
Después se fueron a dormirse pero no podían.
Se llamaban en sueños, todavía despiertos.
Después se durmieron, finalmente.
Mañana se olvidaron de todo.

Él vende choripanes en la Costanera.
Ella, la reina del trópico.


Voy a buscar un pañuelito...

De la felicidad

Todos hablan de la felicidad. Como si supieran. Yo, como si supiera, también hablo.
Distingo tres tipos de felicidad, que son delimitadas por su contexto espacial y temporal.

Llamemos a la primera, felicidad 1: Esta felicidad nos la encontramos seguido. Nos alegra el momento y nos aprovechamos de ella. Es una felicidad efímera y fugaz. Sin embargo, eso no significa que no queden secuelas. Superflua, sólo la reconocemos en ese momento, no la recordamos.
Una caída no duele, y menos cuesta volver a levantarse, o más bien, levantar otra felicidad.

En cambio, la felicidad 2, se opone completamente a la felicidad 1. Etérea, no la podemos describir ni en el mismísimo momento en que se encuentra sobre nosotros, pero si cuando se ha ido. Escapa del hedonismo de la primera, sin embargo, como bien dice la frase "más grande, más fuerte será la caída": Cae...pluff. El golpe no permite elaborar ni una felicidad del tipo 1.

Aquí entra en escena otra felicidad, la del tipo 3: "Darnos cuenta que, feliz es no ser feliz para no tener que dejar de serlo en algún momento".

jueves, 3 de julio de 2008

Reaper


Sinceramente, me quiero colgar de un poste de luz.

¡¿Por qué?!

Y...viste, como que le agrega algo de poesía, ¿no? Imaginate un fiambre ahí colgado, abajo de la lluvia, iluminado por el farol. Abajo los gatos maullando, un par de pibes tirándole naranjas...

No le veo mucha poesía a eso.

Tenés razón, pero eso sí, es bastante dramático. Un tipo ahí colgado en la vía pública, desesperado, sin nada más en este mundo, desinteresado de todo, y, sin embargo, colgándose en el medio de la calle para que lo vean todos. Aunque sea hay que admitir que es contradictorio, una imagen fuerte.

Puede ser, pero te digo, hoy en día, es más probable que te vean matarte si subís un vídeo a YouTube que si te colgás en el medio de una avenida. Viste cómo es la gente que si no lo ve en la computadora no les parece nada interesante.

Claro claro, sí. Que mundo de mierda, ¿no? Llegamos, boludeamos un poco, lloramos, exprimimos un poco nuestro corazón y nuestro cerebro, y cuando estamos empezando a entender como viene la mano, ¡shuick!, nos fuimos. Jaja.

Te das cuenta de que no vale mucho la pena nada, ni siquiera reírse de eso. Son todos simples intentos de ponernos por encima de algo que en definitiva: te va a aplastar. Lo quieras o no, te llega, y no sos nada. Por mucha poesía, mucha cosa trascendental que le quieras meter, no vale nada, es un mundo material, hecho de cosas que se descomponen y desintegran con el tiempo, sin significado alguno...

Carajo mierda...no puedo más.

...sin espiritualidad. Las cosas que ves hoy mañana no están, porque no valen nada en este mundo de apariencias. Acá estamos todos de paseo para vernos constreñidos contra el reloj, hasta secos y gastados...
¡Hernán!
¡¿Qué hacés loco?!
¡Dejá la cuchara no seas ridículo!
Flaco en el enchufe no, que no tengo disyun...

Pero que lo parió, siempre lo mismo en esta casa.
¡Mamá, Hernán se hizo pochoclo, llamá a la policía!

miércoles, 2 de julio de 2008

Hacerse El Que Sabe



El miércoles pasado tuvimos un problema el demonio y yo.

No un problema normal, como cuando no nos podemos decidir si escuchar Metallica o Beatles, sino un problema serio, que me hizo cuestionarme las cosas que pasan en este país.

Resulta que estábamos caminando hacia la rotisería, en parte porque nos habíamos quedado sin pollo y en parte para asesinar alguna virgen inocente (no pregunten), y de repente nos suena el celular. Era Tincho, que se juntaban en su quincho a comer un asadito.
En ese momento no pudimos controlarnos, especialmente él, que ama la carne roja, y decidimos ir para allá dejando de lado el pollo y el torrente de sangre pura y virgen, que habían sido en un primer momento nuestras razones para salir.

"¡A lo de Tincho!" nos dijimos con alegría.
Esperamos en la parada unos quince minutos hasta que apareció un 666 que nos dejaba a pocas cuadras de su casa. Levantamos la mano cuando este estaba recién en la otra parada, como para prevenir. Resulta que el colectivo se acerca a toda velocidad y empieza a frenar a los pocos metros de donde estábamos, acercándose peligrosamente a la vereda.
De más está decir que con el peso que tiene el colectivo, y el momentum que esto implica, siguió de largo unos cuantos metros más adelante de donde estábamos nosotros. Resignados, empezamos a caminar hacia la puerta que se abrió con un fuerte golpe.
Oh sorpresa, cuando estábamos por llegar, aparentemente sin razón alguna el colectivo arranca. Tuvimos que correrlo y saltar para colgarnos de la manija con una mano, porque en la otra teníamos listas las monedas (para no hacer esperar al chofer). A todo esto el buen hombre que estaba al volante ni se da por aludido de nuestra presencia, y nos cierra la puerta antes de que terminemos de entrar, enganchando la capucha de la campera.
Casi sin aliento, pero con evidente frustración, el demonio le preguntó:

"¡¿No nos vio?!"
A lo que el chofer respondió mirando por la ventana, como si no hubiese escuchado nada. Entonces sin mirarnos dijo con poca paciencia:
"¿De cuánto querés?"


--Aquí, creo, es necesario hacer un paréntesis para explicarles lo que sucedió y por qué sucedió. Resulta que el demonio que convive conmigo no es tan paciente como me gustaría. Tienden a subírsele los humos a la cabeza y perder un poco el control, es un poco irritable, sensible. No es que odie a la raza humana y quiera destruirlos a todos, es solo que a veces se siente un poco incomprendido en este mundo tan frío y cruel.--


Lo que siguió es bastante desagradable, en realidad no estoy seguro de querer recordarlo, estamos trabajando en eso con nuestro analista. Para darles una idea les voy a decir algunas palabras para que ustedes construyan por su cuenta la situación:

Llamas - piel chamuscada - monedas - explosión del expendedor de boletos - palanca de cambios - introducción - recto del chofer - órganos - chofer - desparramamiento - ojos - alfileres - apretura de costillar.

Igualmente no fue tan terrible, lo que pasa es que soy un poco impresionable y la violencia, aún en su forma más solapada, me deja helado. Es por eso que ahora estamos yendo dos veces por semana con el Dr. Fernberg que nos ayuda con estos problemas esporádicos.

El asadito en lo de Tincho estuvo buenísimo, y además todos los chicos nos festejaron porque llevamos unos kilos más de carne, que aunque estaba un poco dura era muy sabrosa.

martes, 1 de julio de 2008

Planteos

Se había cansado de estudiar tantos años, pensaba que trabajar hubiese sido más fácil, o más bien, lo creía. Porque no era de pensar, nunca lo fue. Siempre creyó, le parecía más importante.
"Si un ladrón dice ser inocente, y nosotros, que jueces no somos, no haremos más que creer", así (valga la redundancia), lo creía.
Sin embargo, después de un tiempo, comprendió algo importante (o resultaba serlo para él): "Creer y pensar son sinónimos y antónimos simultáneamente; uno cree que piensa cuando piensa que cree". Afortunadamente, Jorge ya no se hace más ese tipo de planteos, justamente desde que empezó a trabajar.

Los habitantes del dúplex

Compraron el terreno que tanto habían estudiado. La ubicación era medianamente buena considerando que allí viviría una joven pareja recién casada o, a lo sumo, una pareja con un bebé. No era muy grande ni muy pequeño, pero muy grande para la pareja y el posible bebé. Entonces decidieron construir un dúplex y así sacarle el doble de jugo al terreno, que en vez de una, podría albergar dos parejas y el posible bebé de cada una.

Hoy en día, la construcción de la izquierda alberga a Diego, Santiago, Manuel y Cecilia. Ya están viejos los cuatro, y bastante cascarrabias también. Tienen los mismos defectos que tenían en la juventud pero aumentados, mínimo, quince veces, y una sordera que, por suerte, permite que no se escuchen lo suficiente como para querer deshacerse el uno del otro en un ataque de ira.
La construcción de la derecha es mi hogar. Yo soy la nieta de los dueños originarios, de los que compraron el terreno e hicieron el dúplex.
Todos los días escucho los gritos de los viejos de al lado. Siempre me pregunto cómo habrán sido en su juventud y me imagino posibles historias de cómo se conocieron, qué cosas le gustaba a cada uno, cuáles eran sus objetivos en la vida y si los habrán alcanzado.
Muchas veces también me imagino sus posibles profesiones: ¿Diego habrá sido astronauta, ventrílocuo o comunicador social? A Santiago siempre le vi cara de actor, aunque a Manuel también. Es muy probable que hayan sido compañeros de teatro, y que dando vueltas alrededor del mundo conocieran a Cecilia en una feria americana. Ella a su vez habría sido amiga de Diego en la escuela primaria, cuando ambos vivían en un convento jesuita en Venezuela. Pero éstas son puras especulaciones. Los únicos que saben la verdad son los habitantes de la otra mitad del dúplex.