lunes, 25 de agosto de 2008

atráS

Me di cuenta de que estaba equivocado, camino incorrecto.
Puse marcha atrás y lentamente solté el embrague. Al principio retrocedí despacio, con cautela, mirando por todos los espejitos. Pero estaba yendo demasiado lento, y yo tenía que recorrer un largo camino, no tenía tiempo.
Así que aceleré.
Mucho.
Nunca pensé que podía ir tan rápido yendo para atrás, era muy raro. Sentía como la aceleración del auto me tiraba para adelante, hacia el volante.
Entré en la avenida. Los autos me esquivaban y tocaban bocinas intensas. Tanto así que parecía que había una bocina sola, constante. Un ruido eterno que me acompañaba mientras viajaba hacia atrás.

Finalmente llegué.
Me bajé del auto, entré al bar.
Fui a dónde estaba sentada y le dije:
"Perdoná, ¿no me das tu mail?"

lunes, 18 de agosto de 2008

De misterios nocturnos


Se ve grande la noche hoy; como si cubriera cinco mundos a la misma vez con esa fina y transparente capa negra. Roza nuestras cabezas, absorbiendo de a poco nuestros pensamientos. Va dejándolo vacío de todo contenido hasta que nos encontramos a nosotros mismos con la mirada hacia arriba, buscando no sabemos dónde respuestas a no sabemos qué.

Y ese techo oscuro abarrotado de brillatina nos hipnotiza por un buen rato, y más todavía si se lo chusmea justo el día en que toma té con su vecina preferida, esa que por alguna razón desconocida lleva a su conejo como si fuera la mismísima sombra de la que no puede prescindir.

Y entonces la noche, como el mar, el fuego, o las tormentas de invierno, nos recuerda a aquel momento que queremos y no debemos recordar -o debemos pero no queremos- y nos empuja a la nada de la incertidumbre. Pero no siempre tenemos la suerte de quedarnos dormidos en estos momentos, y entonces la noche se hace día en nuestras camas, el mar se transforma en calle de arena y treinteañeros en cuatriciclo, el fuego se apaga y cesan las tormentas de invierno. La poesía desaparece, se extingue en un lapsus casi tan rápido como el de su nacimiento. Vuelve la monotonía, vuelven los gritos vacíos. Y los momentos que debemos y/o no queremos recordar se esconden por otro buen rato.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Memorias


Anoche desempolvé un viejo álbum de fotos que tenía guardado en un cajón abajo de nuestra cama. De más está decir que soy un tipo muy familiero, me gusta llamar a mamá de vez en cuando y estoy en contacto con casi todos mis hermanos.

Pero desafortunadamente, me tocó convivir con un demonio que no es muy amigable a las visitas. Digamos que es medio territorial el susodicho. Si siente que alguien entra en la casa en seguida se le hecha al humo, se pone como loco, y algunas veces se le ha ido un poco la mano con la reacción. Así que, por la integridad de mi familia, y para evitar peleas y discusiones que nunca llegan a ningún lado, nunca invito a mis parientes a casa.
Resulta que estaba hojeando este álbum de fotos, que tenían ya unos cuántos años, antes de que empezara a convivir con el demonio. Él suele mostrarse reacio a revisar mis recuerdos, especialmente los familiares, aunque por supuesto no tiene problema en releer los recortes de diario de las veces que hizo alguna travesura (por ejemplo
ésta).
Por eso me extrañé mucho cuando anoche no emitió ninguna queja luego de que abriera el álbum con las fotos de mis vacaciones en Mar de las Pampas. Yo me hice el distraído como si no pasase nada raro, y él siguió sin decir nada. Se reavivaron muchos recuerdos y sentimientos en mí al entrar en ese fantástico mundo que fue mi adolescencia, y las vacaciones en Mar de las Pampas.
No pude evitar despedir algún que otro suspiro, y sonreír al verme de joven, con mis sandalias y mis medias, por miedo a los escarabajos.
Al fin las fotos se acabaron, y tuve que guardar el álbum. Luego guardé el cajón nuevamente en su lugar, y me senté en la cama a reflexionar sobre cómo pasa el tiempo.

Esta reflexión se vio interrumpida por una estruendosa carcajada:

-JaJaJaJaJaJaaaahJaJaJaJaJaJa- y así siguió por medio minuto, hasta que una voz cavernosa que conocía muy bien se atragantó con las palabras:


-¡Qué pelotudo que eras, por Dios!- estalló.


Por supuesto, le dije que tratara de no usar el nombre de Dios en vano.


lunes, 4 de agosto de 2008

La familia unita


Teléfono. Marco.

-Hola? (del otro lado)

-Si, ¡querido! Menos mal que todavía estás en tu casa, pensé que a esta hora ya habías salido para el laburo. Ayer al final me quedé dormida y no te llamé. Estuve floja, perdón. Pero no te vas a imaginar lo que me pasó, horrible. Viste que hace mil no me depilaba, ¿no? Fui a probarme un vestido, sin mangas. Se me cagaron de risa, nunca tuve tanta verguenza junta, te juro. Encima salí del local este y tenía que ir a comprar esa prueba de embarazo de la que te había contado. Voy sin problema a la farmacia de acá, total el barrio es grande y no se corre la voz de nada. Lo pido muy tranquila, miraba hebillitas mientras. Voy a pagarlo, estaba en otra. ¡Y recién ahí me di cuenta! Me atendió Lily, la amiga de mi vieja. Me desaté y até los cordones para hacer tiempo mientras otra mujer envolvía la cajita, pagué con la mirada baja y me fui lo mas rápido que pude. Casi que corría, imaginate. Salgo de la farmacia, y ¿con quién me vengo a encontrar? Con el maldito ser inferior. Sí, tu cuñada. ¡Qué pesada! Juro que no me siento a hablar con ella nunca más, cinco minutos máximo. Es realmente exasperante, ¿te acordás cuando me contaste la idiotez que te había planteado la otra vez sobre tu hermano? Sí, le faltan varios jugadores. En fin...ya me cansé de escucharme. ¿Vos? ¿Tu día?

-Ehh..Pau, soy Pablo. Mi hermano no está.


Para este tipo de situaciones debería existir la máquina del tiempo. Tan simple, tan útil. Simple no sé, útil seguro. Esa maldita relación genética, todas las voces iguales en una misma familia, así sea compuesta por tres, seis o diez personas. Se hace difícil distinguir cada miembro, sobre todo cuando viven en una misma casa. Cómo debe ser con los gemelos, o mellizos. No me quiero imaginar.