lunes, 26 de mayo de 2008

Carlos


Los relámpagos eran fríos, caían despacio cavando sus tumbas en la tierra. Lejos, lo bastante lejos como para permitirse ver, estaba Carlos.
Miraba con mano en bolsillo. Su aliento hacía humo en el aire, una pequeña nubecita orbitando su cabeza desgastada. Tenía el cordón desatado, y una bufanda polillada. Parecía estar sonriendo, aunque muy disimuladamente.
Atrás suyo, los rayos goteaban en silencio. Levantó la mano, como para saludar, pero la volvió a meter en el bolsillo con vergüenza.

Es un dulce este Carlos.

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