miércoles, 2 de julio de 2008

Hacerse El Que Sabe



El miércoles pasado tuvimos un problema el demonio y yo.

No un problema normal, como cuando no nos podemos decidir si escuchar Metallica o Beatles, sino un problema serio, que me hizo cuestionarme las cosas que pasan en este país.

Resulta que estábamos caminando hacia la rotisería, en parte porque nos habíamos quedado sin pollo y en parte para asesinar alguna virgen inocente (no pregunten), y de repente nos suena el celular. Era Tincho, que se juntaban en su quincho a comer un asadito.
En ese momento no pudimos controlarnos, especialmente él, que ama la carne roja, y decidimos ir para allá dejando de lado el pollo y el torrente de sangre pura y virgen, que habían sido en un primer momento nuestras razones para salir.

"¡A lo de Tincho!" nos dijimos con alegría.
Esperamos en la parada unos quince minutos hasta que apareció un 666 que nos dejaba a pocas cuadras de su casa. Levantamos la mano cuando este estaba recién en la otra parada, como para prevenir. Resulta que el colectivo se acerca a toda velocidad y empieza a frenar a los pocos metros de donde estábamos, acercándose peligrosamente a la vereda.
De más está decir que con el peso que tiene el colectivo, y el momentum que esto implica, siguió de largo unos cuantos metros más adelante de donde estábamos nosotros. Resignados, empezamos a caminar hacia la puerta que se abrió con un fuerte golpe.
Oh sorpresa, cuando estábamos por llegar, aparentemente sin razón alguna el colectivo arranca. Tuvimos que correrlo y saltar para colgarnos de la manija con una mano, porque en la otra teníamos listas las monedas (para no hacer esperar al chofer). A todo esto el buen hombre que estaba al volante ni se da por aludido de nuestra presencia, y nos cierra la puerta antes de que terminemos de entrar, enganchando la capucha de la campera.
Casi sin aliento, pero con evidente frustración, el demonio le preguntó:

"¡¿No nos vio?!"
A lo que el chofer respondió mirando por la ventana, como si no hubiese escuchado nada. Entonces sin mirarnos dijo con poca paciencia:
"¿De cuánto querés?"


--Aquí, creo, es necesario hacer un paréntesis para explicarles lo que sucedió y por qué sucedió. Resulta que el demonio que convive conmigo no es tan paciente como me gustaría. Tienden a subírsele los humos a la cabeza y perder un poco el control, es un poco irritable, sensible. No es que odie a la raza humana y quiera destruirlos a todos, es solo que a veces se siente un poco incomprendido en este mundo tan frío y cruel.--


Lo que siguió es bastante desagradable, en realidad no estoy seguro de querer recordarlo, estamos trabajando en eso con nuestro analista. Para darles una idea les voy a decir algunas palabras para que ustedes construyan por su cuenta la situación:

Llamas - piel chamuscada - monedas - explosión del expendedor de boletos - palanca de cambios - introducción - recto del chofer - órganos - chofer - desparramamiento - ojos - alfileres - apretura de costillar.

Igualmente no fue tan terrible, lo que pasa es que soy un poco impresionable y la violencia, aún en su forma más solapada, me deja helado. Es por eso que ahora estamos yendo dos veces por semana con el Dr. Fernberg que nos ayuda con estos problemas esporádicos.

El asadito en lo de Tincho estuvo buenísimo, y además todos los chicos nos festejaron porque llevamos unos kilos más de carne, que aunque estaba un poco dura era muy sabrosa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Chinchulines, en especial.

abcD. dijo...

Sí, hubo un poco de quilombo con los chinchulines, estaban medio enredados.
Igual fue un flor de asado.