viernes, 18 de julio de 2008

Velas

Daniel tenía algunos pasatiempos algo especiales. No era un tipo normal. Tampoco era un portero normal. Mejor dicho, no era portero. Toda su vida se había dedicado a pequeños trabajos, por aquí o por allá. Pero, en este caso, suponía que iba a durar más tiempo.
Por las noches solía dedicarse, como su madre lo solía llamar cuando era pequeño, a los velines. Esta palabra inventada por Adela, la podríamos resumir en unas cuantas, como hasta en una sola, velas. Sí, Daniel prendía velas. El otro mundo, los muertos, los fantasmas (como suele decir la gente) fueron observados por la familia de Daniel durante siglos. Hace tiempo le había dejado de dar importancia, el habito no lo conservaba, pero si el instinto. Su madre había muerto hace diez años, la vio por última vez hace cinco. Imposible olvidar, para él, los gritos de Adela por el living, arrojando las cacerolas por la cocina y tirando los libros por el escritorio.
Hace cinco años que Daniel no prende una vela.

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