sábado, 25 de octubre de 2008

Selección natural

A milímetros del desquicio, el tiempo se para. Contengo la respiración, y presente y futuro se confunden en medio de la nebulosa intangible que me rodea. Mis ojos, aún sin moverse, miran alrededor a esa velocidad en que todo lo ven y nada entienden. Mi cuerpo se balancea hasta una cuasicaída, equilibrio inmediato, sangre animal. Vacilo entre lo que debo y lo que quiero hacer, el sí y el no. Porque en la milésima de segundo en que decimos sí, pensamos no. Y viceversa. Pero el tiempo me apura, en mi proceso infinito. Un hombre cincuentón de gruesa cadera me devuelve a la realidad y, además, ocupa el asiento. ¿Mirada fulminante, insulto o indiferencia? Cambio de lugar, me paro cerca de una ventanilla que me sirva de espejo. ¿Estaré muy bigotuda?

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