El demonio y yo convivimos plácidamente en este cuerpo. No hay disputas ni quejas, él sabe lo que me molesta a mí, y yo conozco sus inquietudes malvadas y sé cuando dejárselas pasar y cuando no. Vivimos juntos hace un tiempo ya, no recuerdo bien cuándo. Supongo que fue en algún momento del '76 que lo conocí, cuando investigaba en la biblioteca perdida de Alejandría (o lo que queda de ella). Entablamos conversación -tengo que admitir que en un principio me resultó chocante su manera de ser, y sus desagradables fluidos violetas- y rápidamente nos entendimos. Hoy somos dos caras de la misma moneda. Mi demonio desayuna ojos de cerdo frescos, que conseguimos en la carnicería todos los miércoles. Yo opto por unos cereales de avena con leche para empezar mi día.
Es muy lindo convivir con alguien a quién uno le conoce todas las mañas (esto no se lo digo a él por supuesto, enloquecería de vergüenza). Pero entre ustedes y yo, una vez que uno lo conoce, ya no se si le queda tan bien el nombre "demonio", es más bien un cascarrabias, un diablillo si les parece.
Ay, sus travesuras me hacen reír.
Es muy lindo convivir con alguien a quién uno le conoce todas las mañas (esto no se lo digo a él por supuesto, enloquecería de vergüenza). Pero entre ustedes y yo, una vez que uno lo conoce, ya no se si le queda tan bien el nombre "demonio", es más bien un cascarrabias, un diablillo si les parece.
Ay, sus travesuras me hacen reír.
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