jueves, 31 de julio de 2008

El Viajar

Un poco despeinado por el viento, apoya la cabeza contra la ventana abierta. El aire pasa dulcemente por su frente.
Casi tan rápido lo sacude el torrente, que no escucha el sonido del tren, naciente debajo suyo, como el crepitar del fuego.
El pasillo no está desierto, gente pasa y vuelve a pasar, pisando la alfombra roja del hermoso y pulcro tren.
De repente, el joven siente un leve malestar, en el interior de su ser, como si algo estuviese de más, un peso que no es suyo, que no debería cargar, una culpa ajena, pesada, que lo hunde.
Mira hacia afuera, buscando un escape, ve una pequeña granja al costado del camino, casi en el borde de las vías del tren, un hombre, con jardineros.

El malestar cesa, vuelve a respirar normalmente.

El joven se relaja, la anciana en frente suyo lo mira impaciente:
"Tarde o temprano te vas a tener que tirar ese pedo, nene," piensa para sus adentros.



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