lunes, 4 de agosto de 2008

La familia unita


Teléfono. Marco.

-Hola? (del otro lado)

-Si, ¡querido! Menos mal que todavía estás en tu casa, pensé que a esta hora ya habías salido para el laburo. Ayer al final me quedé dormida y no te llamé. Estuve floja, perdón. Pero no te vas a imaginar lo que me pasó, horrible. Viste que hace mil no me depilaba, ¿no? Fui a probarme un vestido, sin mangas. Se me cagaron de risa, nunca tuve tanta verguenza junta, te juro. Encima salí del local este y tenía que ir a comprar esa prueba de embarazo de la que te había contado. Voy sin problema a la farmacia de acá, total el barrio es grande y no se corre la voz de nada. Lo pido muy tranquila, miraba hebillitas mientras. Voy a pagarlo, estaba en otra. ¡Y recién ahí me di cuenta! Me atendió Lily, la amiga de mi vieja. Me desaté y até los cordones para hacer tiempo mientras otra mujer envolvía la cajita, pagué con la mirada baja y me fui lo mas rápido que pude. Casi que corría, imaginate. Salgo de la farmacia, y ¿con quién me vengo a encontrar? Con el maldito ser inferior. Sí, tu cuñada. ¡Qué pesada! Juro que no me siento a hablar con ella nunca más, cinco minutos máximo. Es realmente exasperante, ¿te acordás cuando me contaste la idiotez que te había planteado la otra vez sobre tu hermano? Sí, le faltan varios jugadores. En fin...ya me cansé de escucharme. ¿Vos? ¿Tu día?

-Ehh..Pau, soy Pablo. Mi hermano no está.


Para este tipo de situaciones debería existir la máquina del tiempo. Tan simple, tan útil. Simple no sé, útil seguro. Esa maldita relación genética, todas las voces iguales en una misma familia, así sea compuesta por tres, seis o diez personas. Se hace difícil distinguir cada miembro, sobre todo cuando viven en una misma casa. Cómo debe ser con los gemelos, o mellizos. No me quiero imaginar.

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